miércoles, 23 de febrero de 2011

CARTA ABIERTA A UN ECOLOGISTA DEL TERCER MUNDO


 A raíz de la musa inspiración que despertó los sentimiento profundo al señor Giardinelli, la tierra angloamericana del país más poderoso en armamento del mundo y guardián del planeta. Confieso que fui preso por un rato de otra inspiración producto de leer su nota en contratapa del pagina del martes 15 de febrero.  Surgiéndome algunos sentimientos movilizantes de tripas y neuronas que trataré de explicar.

 Debe ser maravilloso supongo estar allá, hablar con esos amistosos “cuellos colorados” en un bosque casi perfecto del país que más energía consume del mundo. O caminar por la ciudad de Homero Simpson (Springfild) que ha conquistado la simpatía, alegría y admiración de tan grotesco personaje del que muchos argentinos se sienten reflejados. Que país gigante!!! como sus secuoyas! que amor a la naturaleza, a sus ardillas, que respeto a la limpieza no como en esta otra punta del planeta donde la gente ensucia por desgano y desprescio a su tierra, donde nunca una publicidad oficial muestra una presidenta juntando papeles del suelo, regando las plantas o plantando un naranjo a la vera de un putrefacto río a cielo abierto como el riachuelo vecino de cuatro millones de habitantes por nombrar a uno. Por el contrario se la ve inaugurando viviendas  obras viales y educativas con Gioja en  San Juan por nombrar otro ejemplo entre tantos ejemplos parecidos. A veces me pongo a pensar si para ser tan amantes de la naturaleza y cuidadosos de nuestro jardín, bosques y calandrias, por hay debiéramos imitar un poco más a los “cuello colorado”, digo, me pregunto  buscando una respuesta a tan abismal diferencia de amor por árboles y ardillas que tienen allá al Norte con respecto al Sur. ¿Deberíamos tener quizás un infernal y secreto depósitos de armas nucleares? también para defender por supuesto nuestros zorzales y araucarias, suficiente para borrar un país entero del planeta comido por hongos de humo y fuego, como el legendario Hiroyima que tanto facilito el libre mercado exportado por los “cuello colorados”. O deberíamos invadir países pequeños, mas pequeños que nosotros, a fin de rapidamente someterlos y extraer a sangre y fuego sus recursos para consumir más sin tener que cortar nuestros valiosísimos y  escasos quebrachos, algarrobos, palos santos, itines, palos cruz o lapachos… Quizás valga la pena. Pienso también que los amantes de la naturaleza son muy pocos en esta país, que poco valoramos realmente, como unos pocos cientos de contris y barrios cerrados que disfrutan excesivamente de arboledas, pájaros, ríos y lagunas propias!! muchas de ellas repletas de peces de colores! preservando la biodiversidad de su propiedad.  Quizás nos falte todavía sabiduría y conciencia de ello, sobretodo a los que estamos fuera de semejante emprendimiento.
            Recuerdo de aquel inolvidable 2009 en plenos conflicto por la resolución 125 del Ministerio de Economía, a las retenciones móviles de cuatro cultivos agroexportables Soja, trigo, girasol y maíz, que tanta indignación causo no solo en medianos y grandes productores agropecuarios sino en tanta población urbana asqueada de excesivos impuestos. Cuanta solidaridad con los sufridos gringos trabajadores de la tierra que a partir del exterminio de indios y gauchos pudieron poner en  producción las gigantes y fértiles pampas argentinas solo comparables a escala mundial con las planicies ucranianas que Stalin conquistara a costa varios millones de muertos por guerra civil y hambre. Las nuestras en cambio desde 1880 y con algunos muertos menos quedaron en manos del la sociedad rural, y a posterior las confederaciones rurales, coninagro,  Federación Agraria Argentina y  compañías extranjeras hoy sus principales guardianes. Si los ecologistas hubiesen advertido que el aumento en la rentabilidad de la soja implicaba indefectiblemente el remplazo de pasturas para ganado de carne y leche, la disminución de otros cultivos como cebada centeno, hortalizas, frutales, lino, cerdos, caballos, cabras y ovejas por soja, ¿hubiese ocurrido la noche no positiva de calandrias, tatues, tapires, quebrachos y mistoles?. La noche histórica que reuniose tanta indignación de variadas vertientes políticas unidas en un solo cultivo en la histórica plaza del pueblo (agrosojeros, sindicalistas combativos, maoistas, trozkystas, procesitas, disidentes del peronismo y socialdemócratas unidos en un solo reclamos “DEVUELVAN LA RENTA DE LA SOJA, DEROGACIÓN DE LAS RETENCIONES” se hubiesen puesto a reflexionar sobre las tierras del Chaco, Santiago del Estero, Salta, Tucumán, Jujuy o Formosa arrasadas de bosques y animales para sembrar soja, que hubiese pasado. Si millares de ecologistas hubiesen pintado las calles con la consigna “si a la vida paisana aborigen y campesina” ¡!!! No al mono cultivo!!!!! Y su paquete químico!!!!, (glifosato incluido), y no apenas uno pocos centenares de hombres y mujeres de cuestionados modales y de limitada cultura universal y clásica,  defendiendo a conciencia incierta, propia o por vaya uno a saber que lealtad o subsidio, los motivo a pelear por la leche, la miel y los quebrachos; pastizales y selvas, para que hoy la ley no permita lo que permite, inmolar en derecho de la propiedad privada y la ganancia empresaria. Pero claro, nada dijimos en esa ocasión sobre la minería a cielo abierto, quizás  todo esto que ocurre,  haya sido apenas por no decir eso. Al igual que ayer, hoy mucho no me sirve su apoyo crítico.  

Ing. Agr. Diego Palacios UBA


Sobre mentiras y naturalezas


Por Mempo Giardinelli
Señora Presidenta: Nuevamente, y con todo respeto, me permito reflexionar con usted, ahora acerca de un viaje por el interior profundo de los Estados Unidos, donde estoy circunstancialmente.
Para quien no lo sabe, West Virginia parece estar en muchos aspectos todavía en el siglo XIX. Como en viejas películas (por caso Deliverance, de John Boorman, 1972), los norteamericanos de este Estado bellísimo, de idílicos paisajes de montañas y lagos, y tan parecido a su Santa Cruz, son en su inmensa mayoría altos, rudos y toscos como buenos montañeses. Casi no se ven negros aquí, ni orientales ni hispanos. Es notable cómo a sólo seis horas en coche desde Washington, uno se encuentra con la imagen tradicional del estadounidense grandote y pelirrojo. Los llaman “red-necks”: cuellos rojos.
Es un Estado de clara mayoría republicana, atestado de iglesias para todos los gustos y credos y con la bandera de barras y estrellas en casi todas las casas, en muchos casos junto a las fotos de hijos muertos como soldados en alguna guerra. La razón es que no hay muchos puestos de trabajo y las fuerzas armadas son aquí un empleo tentador, aunque con alto riesgo de morir joven.
Este domingo en la ciudad de Elkins, West Virginia, me despierta un largo artículo en el The New York Times sobre la inflación en la Argentina. Firmado por un tal Alexei Barrionuevo, ofrece la remanida idea de una Argentina caótica, con inflación disparada, consumo irresponsable y augurios tormentosos. Nada nuevo, me digo, sofocando el fastidio que produce la tendenciosidad de cierto periodismo internacional. No lo esperaba de NYT, Señora, pero es lo mismo que uno leería en El País, de Madrid.
Los informantes del articulista son cuatro economistas conocidos: Sergio Berenstein, de la consultora Poliarquía; Esteban Fernández Medrano, ex asesor del Estudio Miguel Angel Broda y ahora en la consultora Macrovisión, y los doctores Domingo Cavallo y Martín Redrado.
“Oh, my God”, pienso, en inglés. Y siento tanta pena por la Argentina como por el periodismo objetivo, al que en este país se supone que rinden culto.
Después sigo viaje y me llaman la atención la naturaleza impoluta, el extremo cuidado de los bosques, la limpieza general y la admirable y respetada cartelería educativa. Es impactante: aquí hasta los aserraderos son limpios y ordenados, y están obligados a reforestar todo lo que cortan. Así, los pinos, maples y otras especies cuyos nombres ignoro están sanos, enhiestos, y eso a lo largo de decenas, centenares de kilómetros. Miles de hectáreas cubiertas de bosques nevados, ríos de aguas transparentes y todo limpio, sano, a salvo de depredaciones. Y nuevamente me duele mi país, tan devastado.
Pienso en mi Chaco arrasado por décadas, en el ex Impenetrable, y ahora en los asesinatos de La Fidelidad, que serán un negocio y no, como debería ser y con urgencia, un nuevo y enorme Parque Nacional. No te hagas ilusiones, me digo, y pienso en los que quieren hacer del Iberá un arrozal; en los que están cerrando ahora mismo el Ayuí con la venia del gobierno correntino. Y evoco recientes visitas a los Parques Nacionales Iguazú, Calilegua en Salta y Baritú en Jujuy, que dan pena con su pobre infraestructura, bajos presupuestos y heroicos guardaparques colmados de limitaciones y bajísimos salarios. Y quién sabe si no fueron ya invadidos por usurpadores.
Pienso también que el próximo vicepresidente de la Nación podría ser el Señor Gioja, tan amigo y favorecedor de las multinacionales mineras. Esas mismas que cuidan estos parques de West Virginia y los centenares de parques de los Estados Unidos, donde la naturaleza no se toca y no se atreverían a cortar ni un tronco viejo.
Pero nosotros sí los dejamos. Mejor dicho, nuestros gobernantes desde hace décadas, desde los milicos y antes de los milicos y después de los milicos, que es lo grave. Incluso su gobierno, Señora, y se lo digo con la modesta autoridad de quien tantas veces lo defiende, aunque no en este punto. Porque el Señor Gioja es ambientalmente temible, como lo es el Señor Mussi en la Secretaría de Medio Ambiente. Cuando de hecho se congela nuevamente la Ley de Glaciares, para muchos de nosotros es inexplicable ese entusiasmo por la minería a cielo abierto, que es la próxima catástrofe de la Argentina.
Y es claro que la oposición no es esperanzadora a este respecto. Sería peor si gobernaran los que ya fueron gobierno: radicales y peronistas, liberales y conservadores, de Alfonsín a Duhalde y pasando por Menem y De la Rúa, cada gobierno fue ambientalmente igual o peor. Y si llegara a la presidencia el Señor Macri, que Dios nos guarde, porque ya ha mostrado tener tanta sensibilidad ambiental como una Caterpillar de las grandes.
Por eso no dicen nada. Esa es la perversa razón por la cual la oposición, los grandes medios y los periodistas de la tele no dicen ni una palabra de esto. Podrían hacerse un festín criticándola a usted y a su gobierno en materia ambiental. Pero no dicen nada porque todos fueron favorecedores de lo mismo, y sin dudas lo serían de alcanzar el gobierno.
Lo penoso –y paradójico– es que sea su gestión, Señora, la que hace el trabajo sucio. Cuesta entender que el mismo gobierno que sancionó la Ley de Medios y puso en marcha la Asignación Universal por Hijo –y que lleva a cabo políticas acertadas en Derechos Humanos, Defensa, Relaciones Exteriores, Seguridad e incluso en el rumbo económico general– sea el que favorece y ampara la minería a cielo abierto en Catamarca, San Juan, Salta, Jujuy y dentro de poco en toda la cordillera.
El territorio argentino está siendo arrasado, Señora. Lo recorro año a año; veo el deterioro. Cambia nuestra geografía, peligran las aguas, los bosques, ahora las montañas. La minería a cielo abierto es un crimen y en muchos países está prohibida. Igual que la soja transgénica. Por eso me siento en el deber de decir esto cuando veo cómo en este país –que tantos argentinos critican sin conocer– la naturaleza es cuidada como lo que es: una madre. Lo cual no quita que la mayoría de sus empresas cuando salen al mundo depredan a lo bestia. Con acuerdo local, tantas veces.
No soy fundamentalista ni dogmático de nada. Y además voy a votarla si usted se presenta, como espero, a la reelección. Quiero que siga gobernando porque comparto el rumbo de su gestión en muchísimos aspectos y políticas sociales. Pero no quisiera votarla bajo protesta ambiental. Por eso esta carta.
Con mis respetos.
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